martes, 25 de enero de 2011

THE SOCIAL NETWORK (LA RED SOCIAL)



Título: The social network (Red social)
Producción: Donald Graham Burt
Guión:  Aaron Sorkin
Música: Trent Reznor, Atticus Ross
Fotografía: Jeff Cronenweth
Montaje: Kirk Baxter, Angus Wall
Vestuario: Jacqueline West
Reparto:        
Jesse Eisenberg
Andrew Garfield
Justin Timberlake
Brenda Song
Rashida Jones
Max Minghella
Rooney Mara
País: Estados Unidos
Año: 2010


Filmografía:
1992 - Alien 3
1995 - Se7en
1997 - The Game
1999 - Fight Club
2002 - Panic Room
2007 - Zodiac
2008 - El curioso caso de Benjamín Button
2010 - The Social Network

Últimos aportes sobre la cuestión de la red, para leer antes o después, no importa.




La estupenda labor narrativa de David Fincher (nació en Denver, Colorado, EE.UU., en 1962) eclipsa sin duda esa historia -sobre el origen de la mayor red social que haya generado internet desde sus inicios-, que a muchos, como a mí, nos tiene sin mucho cuidado, a pesar de tener que reconocer la tremenda incidencia en los hábitos, la consciencia y la existencia de muchos millones de habitantes del planeta. Uno se pregunta si a esta altura de los tiempos uno tiene que aceptar, indefectiblemente, que el hombre está modificando sus modos de comunicación con el otro, y se encuentra, en forma ineludible, en declinación –por lo que torna pueril y vana toda discusión al respecto-, la práctica tradicional de contactarse con sus prójimos cara a cara, frente a frente, mirada a mirada. Y, por lo tanto, la virtualidad, la distancia sin medida e intangible, hará también fútiles e insustanciales, todas aquellas discusiones de sobremesa –no ya filosóficas- sobre la palabra como contrato indiscutible (quizá ya pasada de moda), y la mirada en los ojos como señal de sinceridad y respeto entre los hombres. Y si el amor deberá filtrarse primero por la red social antes de llegar a ser una vital y esencial relación entre la mujer y el hombre. Aparentemente todo esto no va más.

Entonces ¿por qué David Fincher hace este film? Existen muchas razones por las cuales un realizador de la talla de Fincher toma una decisión así. Quizá haya que partir de la idea de que este buen artesano gusta de practicar el arte de la narración, bucear en sus formas, y experimentar o llevar a su máxima expresión las formas convencionales de contar una historia. Esto incluye, sin duda, la elaboración de los personajes, o al menos del protagonista, entendido éste como un elemento expresivo, con una psicología particular, un desarrollo no precisamente lineal, y una riqueza conceptual a tono con los aspectos y la concepción del mundo que se quieren plasmar en el cuento. La forma narrativa, desde el punto de vista técnico y estético, tiene innumerables recursos para ir desplegando en imágenes, diálogo y sonido, como el guión cinematográfico lo detalló, para llegar a componer la idea de la historia de manera tal de ser coherente y comprensible para el espectador. No el espectador medio, a veces, sino aquel que se sienta dispuesto a sacarle el mejor partido a lo que ve, en todo su sentido y profundidad. El protagonista, en muchas oportunidades, centraliza la historia y su comportamiento se despega del plano inmediato para reflejar como ninguno la idea central de la historia misma y del director. Es evidente que la juventud del personaje creador de Facebook, su no grata personalidad, sus destellos de excepcional “informática” inteligencia, sus arrebatos y desplantes y la poca o escasa noción de la ética y otros valores –a lo mejor también ya perimidos-, han ayudado para estructurar esta desopilante personalidad que nos va mostrando el director. Se me ocurre que Rodion Raskolnikov el horripilante protagonista de “Crimen y Castigo” de Fiódor Dostoievski, queda a la altura de un pobre tipo frente a la retorcida psicología de Mark Zuckerberg. Aquí corresponde hacer una aclaración importante. Fincher no crea un personaje clásico, como hizo Orson Welles con Kane (El ciudadano), con una niñez triste y desolada o una adolescencia conflictiva e incomprendida, con padres desalmados o distantes, e inmerso en una sociedad injusta e ignominiosa. Fincher crea un personaje sin historia, no estereotipado ni esquematizado por los cánones convencionales heredados de la narrativa tradicional y la industria hollywoodense. Un ignoto y pretensioso estudiante del cual sólo conocemos el hoy, su presente y su psicología desagarrada por lo inmediato y lo vertiginoso.



Dos películas anteriores nos dan la pauta de lo innovador en cuanto a la hechura del protagonista. En “Zodíaco”, creo que su obra más lograda, se introduce en los vericuetos de una pesquisa infructuosa de un asesino serial, la sucesión de hechos, señales, indicios que intentan develar los asesinatos a través de años con la carga emocional de un personaje, dedicado a dibujar rostros para la policía, irrelevante para la investigación pero de decisivo rol en el film. Benjamín Button, como escribimos en una nota anterior, nace viejo. Scott Fitzgerald, el autor del cuento, crea un personaje que involuciona, o sea se va haciendo cada vez más joven hasta su trágico final siendo un bebé. Una tragedia, sin duda. Una concepción de la muerte, de la historia, del amor eterno, de la belleza física, y de las connotaciones existenciales que se ponen sobre la mesa ante semejante horror. Fincher, como vemos, se interna así en la difícil y compleja tarea de la deconstrucción de los personajes en el cine, en sus contradictorias psicologías, y en el papel de la imagen y las cuestiones temporales, por añadidura, en la narración cinematográfica. Orson Welles, como dijimos, ya lo había hecho, dejando para la historia del cine una de las obras más ricas en el tratamiento de estos aspectos, “El ciudadano”.



Este pequeño análisis no tiene como objeto el tratamiento moral de Facebook, o provocar la inevitable polémica sobre la utilidad o inutilidad, o si es perjudicial o tiene aspectos positivos para el crecimiento y el enriquecimiento integral del ser humano, sin distinción de género o de edades. Estos aspectos no nos interesan, son colaterales y tendrán un mejor trato en otros ámbitos mas propicios. Sólo estamos hablando de la película. Una obra que trata sobre los hechos que rodearon su creación, o mejor dicho, sobre cómo el creador logró pergeñar semejante espacio social, si todavía podemos llamar social a un espacio virtual o que no tiene existencia real. Además, remarcamos cómo lo explicó el realizador, qué datos usó, cómo describió al protagonista, y cómo se instaló, como narrador, en el cuento. Las nuevas ciencias aplicadas, en síntesis, crearon un personaje, y no es raro que esto haya sucedido así. No podíamos seguir con perfiles y psicologías del s. XX o XIX en medio del avance arrollador de internet y el celular, por no hablar de la TV digital y los recursos más novedosos de las últimas tecnologías. Tampoco quedan afuera las formas narrativas en relación con esos últimos instrumentos. Y los contenidos serán así, historias con individuos obsesivos y paradójicos, distantes y extraños, con emociones y sentimientos adaptados a esas relaciones sin rostros e ignotas. Desentrañar la red social no es tarea muy simple y sencilla. El cine deberá, todavía, intentar muchas historias más para decir todo lo que tiene que decir. Y no mencionamos a la literatura en este contexto, con todo lo que implica la poca lectura, la baja producción literaria, el escaso nivel poético, y la casi desaparición del texto en papel, todo producto de la red, o, a lo mejor, del una forma de uso de la red, no sé.

Por último, y en estos aspectos Fincher no cejó, muestra en dónde se desarrollaron estos acontecimientos. Las universidades que abrió, el ambiente académico donde se desenvolvió, el tipo de estudiantes que describió, las pautas culturales y científicas que enmarcaron los sucesos, y el país, en definitiva, que mostró. Todo va en la misma bolsa, y en ese sentido fue tradicional o clásico, las historias se desarrollan, quiérase o no, en un entorno que hay que definir para ilustrar fehacientemente -y no hablamos de verosimilitud aquí- los hechos, así serán más ilustrativos y profundos.

Héctor Correa
Punta Alta, enero de 2011


2 comentarios:

  1. Buena película. Me llamó mucho la atención el vértigo de los diálogos. Estos jóvenes posmodernos que no se detienen a reflexionar nada. La vida es una ráfaga de ametralladora. Para ellos solo existe el éxito en el momento preciso. Creo que el personaje central no está pintado como una mala persona, sino como alguien que perdio la capacidad de reflexión. El diáogo inicial con su novia nos describe bien a este personaje.

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  2. Gracias Gustavo por tus apreciaciones. Quizá todo ese cúmulo de factores (en especial la pérdida de reflexión) genere jóvenes así. Perdidos en la vorágine de una vida asentada en el éxito y la inmediatez del placer que brinda el dominio de ciertas técnicas, por supuesto siempre en ciertos ámbitos. Sobre esto es interesante el film "Entre lo muros" en este mismo blog. Un abrazo. Héctor

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